Esta película, de producción alemana, se estrenó en el año 2004. Se trata de un film en el que se trabajan valores y creencias muy específicas y establecidas, como el capitalismo, o más bien el anti-capitalismo. Los dos chicos protagonistas, Peter (Stipe Erceg) y Jan (Daniel Brühl), son dos jóvenes de ideales contemporáneos que se posicionan en contra de todo lo que huela a capitalismo, y de forma pacífica, llevan a cabo diversas acciones contra ello. Todo empieza porque la novia de Peter, Jule (Julia Jentsch), debe pagar una deuda millonaria a un poderoso hombre por el hecho de haber colisionado con el lujoso Mercedes Benz propiedad de dicho rico. A causa de la imposibilidad de pagar la deuda, Jule es desalojada y se ve obligada a vivir con su novio y su amigo. A partir de ahí, el trío comienza a llevar a cabo acciones pacíficas dejando notas en mansiones de ricos para hacerles ver la injusticia en la que la sociedad estaba inmersa. La película finaliza con la huida de los jóvenes a Barcelona, tras la traición del rico que pensaban compartía sus ideales.
Esta película no sorprende desde mi punto de vista personal, ya que no es la primera vez que vemos un filme donde se presentan valores contrastados y un final en el que el valor dominante hace honor a su nombre, y domina al otro valor, quedando éste o bien sometido, o bien obligado a refugiarse lejos de la zona.
Es una película que invita a la reflexión sobre ciertos ideales que han estado vigentes durante mucho tiempo en las sociedades, y que aún hoy, en el mundo en el que vivimos ahora mismo, siguen estando presentes, aunque quizás no de manera tan explícita como antes, ya que vivimos en un tiempo en el que las cosas importantes se dicen a través de indirectas y segundos sentidos, dejando el primer plano para temas efímeros y de escasa relevancia, elaborando una cortina de humo que tape las realidades de nuestra vida. Preguntas como "¿Es este sistema de vida el que queremos para nosotros y nuestras generaciones futuras?", "¿Es esto la panacea y no hay nada más allá?", "¿Hemos alcanzado ya la plenitud humana y moral que tanto han ansiado conseguir importantes intelectuales a lo largo de la historia?"... son cuestiones que surgen, o por lo menos a mí me asaltan viendo la película. Lejos de dar aquí ninguna respuesta a estas preguntas (cada uno es libre de pensar lo que quiera, faltaría más), simplemente decir que son preguntas tan trascendentales y tan abstractas y difíciles de digerir que la mayor parte de las veces ni se piensan, pero que en el fondo, cada uno tiene su idea formada: lo que pasa es que no se expresa abiertamente.
En conclusión, recomiendo la visualización de la película a todo el mundo, y en especial a aquellos amantes de las películas "polémicas", ya que esta creo que más preguntas no puede sugerir.